14 enero 2016

5 mentiras que el cine insiste en hacernos creer



Cada vez que nos enfrentamos a una película, o a una historia de ficción en cualquier formato, se pone en marcha el mecanismo que se conoce comosuspensión de la incredulidad, es decir, el que nos dispone mentalmente a aceptar el universo que nos plantea la historia y su lógica interna, aunque estos no tengan lugar en la vida real.
El ejemplo más mencionado y reconocido de esto es el de Clark Kent, al que nadie reconoce como Superman, a pesar de que el único “disfraz” que utiliza son unas gafas.
Si no pusiéramos en juego la suspensión de la incredulidad no podríamos disfrutar de prácticamente ninguna película (“¡¿Cómo puede ser que unos mutantes viajen al pasado?!”), pero, como ejercicio, es entretenido desentrañar este mecanismo y olvidarlo por un momento, para ver cuáles son algunas de las mentiras más comunes que aceptamos en el cine.
Estos son 5 mentiras que el cine ha intentado incansablemente hacernos creer. Y lo ha logrado.

#5 Las gafas mágicas

De manera similar a lo que ocurre con Superman / Clark Kent, en múltiples ocasiones las gafas tienen un poder de transformación asombroso en las películas. Sobre todo en las chicas.
Hemos visto en innumerables ocasiones como la chica que todos descartaban por “fea”, que naturalmente usa gafas, de repente se las quita, se suelta el pelo, un poco de maquillaje y... ¡resulta que era hermosa! Y deja perplejo al chico que sólo la quería como amiga. Como ejemplo, la película She’s All That (1999), conFreddie Prinze Jr. y Rachael Leigh Cook.

#4 El montaje que transforma lo aburrido en épico

Ah, la magia del cine. Basta con poner un montaje con la música adecuada y alternando las imágenes rápidamente para hacernos creer que ejercitarse arduamente antes de una pelea es lo más maravilloso del mundo.
Incluso si el entrenamiento consiste en correr varios kilómetros diarios atravesando vías de tren y suburbios derruídos, hacer lagartijas, abdominales, recibir golpes en todo el cuerpo, golpear cadáveres de animales y celebrar que se terminó el suplicio luego de subir una enorme escalinata.

#3 Coreografía espontánea

Imagina la siguiente situación: vas caminando por la ciudad, escuchando música a través de los auriculares, y de repente suena tu canción favorita, una muy alegre y pegadiza. Naturalmente, reprimes el impulso de ponerte a cantar y bailar en el medio de la calle, para que todos no te miren como si recién hubieras escapado de un manicomio.
Pues en las películas, basta con que el personaje principal se ponga a bailar alegremente, para que la multitud lo acompañe en una perfecta coreografía nunca antes ensayada. 

#2 Cuidado con el autobús

En la vida real suelen ocurrir accidentes, sí, pero en las películas, los conductores de autobuses son realmente descuidados (y homicidas).
El video de arriba muestra lo frecuente que es este recurso en el que un personaje muere atropellado por un autobús, en una compilación de más de 12 minutos (si eres impresionable no mires el video).
Este tipo de accidente inesperado es utilizado habitualmente en las películas por su capacidad de sorprender e impactar a la audiencia, pero también puede ser como recurso de comedia o como demostración del karma. Además, el autobús generalmente va a una velocidad mucho mayor que el resto de los vehículos y el conductor raramente pisa el freno a pesar de que ha impactado con una persona.

#1 Sexo en la playa

Las películas nos han hecho creer que tener sexo en los lugares más inesperados y absurdos es algo corriente, algo que ponen en práctica todas las parejas del mundo. ¡Es un engaño! La realidad es que, aunque suene aburrido, todo el mundo acostumbra a tener sexo en la cama, y cualquier otro lugar es una improbable excepción.
El cine ha hecho del sexo en la playa algo arquetípicamente romántico e ideal, pero lo cierto es que, si alguna vez lo intentan, será, en primer lugar, algo difícil encontrar la privacidad necesaria, y luego resultará bastante más incómodo de lo que nos hicieron creer. La arena es realmente molesta, sobre todo en ciertas partes.
La escena más memorable (y parodiada) es la de la película From Here To Eternity (1953), con Burt Lancaster y Deborah Kerr.

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